Este es el mensaje, que puede ser cierto, pero no de cualquier manera ni mucho menos matemática. El mundo del trabajo y del emprendimiento tiene poco de mágico, milagroso o glamuroso. El real es duro y lleno de obstáculos que no se salvan con espíritu invencible sino con influencia y dinero. Sin embargo los productores y directores quieren contarnos un mundo ideal. Ese mundo laboral super guay es el que retrata la serie ‘Emily in Paris’ de Netflix, que está recibiendo por ello algunas críticas. La prota tiene 22 años y un super puesto en una multinacional que consigue recién licenciada y llegada de EE.UU a Francia desde el que dirige la estrategia digital de una super agencia publicitaria sin siquiera hablar francés. Lleva ropa de marca cara, la moda y ella son la misma cosa, bebe vino de reyes y va a los mejores restaurantes. Con 22 años y un carácter infantil disfruta de los mismos lujos que tendría una ejecutiva de 35 o 40 años, suponiendo que esta hubiese acumulado diez o quince años de éxito profesional. Pero la prota de la serie lo ha conseguido todo nada más aterrizar en París porque es provocadora, inteligente, innovadora y no tienen miedo al fracaso. Enhorabuena.
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