“En los años 30 del pasado siglo, John Maynard Keynes predijo que, para finales del siglo XX, las tecnologías serían lo suficientemente avanzadas para que un país como el Reino Unido o los Estados Unidos tuvieran unas jornadas laborales de quince horas semanales. Y sin embargo, eso no ha ocurrido. Al contrario, la tecnología ha sido manipulada para encontrar los medios de hacernos trabajar más. Para llegar a esto, se han creado empleos que son, por definición, inútiles. Una masa de gente, en Europa y en América del Norte en particular, pasa su vida profesional llevando a cabo tareas que saben desprovistas de utilidad real. A lo largo del siglo pasado, el número de trabajadores empleados en la industria o la agricultura ha disminuido dramáticamente. Al mismo tiempo, los empleos de tipo “ejecutivo, clerical, de venta o servicios” se han triplicado, pasando “de un cuarto a tres cuartos de los empleos totales”. En otras palabras, los empleos productivos han sido automatizados hace tiempo.
Pero más que permitir una reducción masiva de las horas de trabajo para liberar a la población mundial y permitirle conseguir sus propios proyectos, deseos e ideas, hemos podido observar un hinchamiento, no solo del sector “servicios” sino también del sector administrativo, hasta la creación de nuevas actividades como los servicios financieros, la teletienda, o el auge sin precedentes de sectores como los abogados de empresa, la administración universitaria u hospitalaria, los recursos humanos o incluso las relaciones públicas. …. Cada vez hay más empleados que tienen que trabajar cuarenta o cincuenta horas por semana. Sin embargo, no trabajan de manera realmente eficaz más que quince horas, tal como lo había predicho Keynes.
Pero, ¿quién eres tú para definir qué empleos son realmente necesarios? ¿Cuál es tu definición de útil?. Pero ¿qué hay de la gente que está convencida de que su trabajo no tiene ningún sentido? Hace poco retomé el contacto con un amigo de la infancia al que no veía desde que teníamos doce años. Como dijo él mismo, “siguiendo el ejemplo de mucha gente me matriculé en la facultad de Derecho”. Hoy es abogado de empresa, y trabaja para una gran firma neoyorquina. Fue el primero en admitir que su trabajo carecía de sentido, que no contribuía nada al mundo y que, en su opinión, no debería existir…
De nuevo, una medida objetiva del valor del trabajo es difícil de establecer. No obstante, un medio sencillo de hacerse una idea sería preguntarse ¿qué ocurriría si esta clase trabajadora despareciera entera? Decid lo que queráis de las enfermeras, los basureros o los mecánicos, pero si desaparecieran, las consecuencias serían inmediatas y catastróficas. Resulta menos evidente considerar cómo sufriría el mundo la desaparición de los directores generales de empresas, lobbystas, periodistas, televendedores, funcionarios de justicia o asesores jurídicos. Si alguien hubiera concebido un plan para mantener el poder del capital financiero, no lo habría hecho de otro modo. Los empleos reales, productivos, son constantemente destruidos y los empleados explotados. A pesar de nuestras capacidades tecnológicas ¿por qué no trabajamos tres o cuatro horas al día?
David Graebe, diciembre 2013
Doctor en Antropología Universidad de Chicago, profesor en el Goldsmiths College de la Universidad de Londres.