hace tiempo que la oficina se me quedó existencialmente incómoda y mi jefe estuvo conforme en que no necesitaba residir en ella. Con la pandemia las empresas se han acostumbrado, el trabajo puede hacerse desde cualquier parte del mundo. Las cuatro paredes de la oficina no son esenciales, aunque el diseño sea inspirador para mi ya no es mi lugar, no me resulta un entorno facilitador o motivador, porque trabajar desde donde yo elija lo supera todo, es el olor a libertad más auténtico que ha destilado el mundo del trabajo en el último siglo. Una semana cualquiera puedo irme de viaje y descubrir Europa mientras cumplo mis responsabilidades. Puedo regresar algunos días a la oficina si se requiere y volver a salir. Pero no me planteo una estancia permanente. cero anclas. prefiero sentir que cumplo misiones más que órdenes. de ese modo entrego lo mejor de mi a la empresa mientras me entrego a mi mismo. Veo la oficina como una base a la que regresar, no como un lugar en el que estar. muchos sitios, como Canarias, Barbados, Bermudas, Estonia, están ofreciendo facilidades para el teletrabajo con visados especiales para nómadas digitales, con redes wifi de primera calidad y niveles de seguridad suficientes. El único problema ahora son las cuarentenas de 14 días que hay que pasar, de momento. algunos piensan en novias y en echar raíces. tranquis, todo se andará. lo cierto es que esta forma de vivir me permite visitar lugares sin prisa, conectar con los locales y comprender otras formas de pensar, y eso me llena, me hace crecer y me recarga.
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