En materia de justificar lo injustificable somos muy creativos en España, tenemos gran habilidad en disfrazar la realidad para decir que no está tan mal. Esto nos hace más felices y al mismo tiempo nos coloca a la cola de Europa en todos los aspectos sociales en los que nos comparemos. Una manifestación de ese marketing social son los términos eufemísticos que inventamos para maquillar al mercado laboral. Los trabajadores no es que sean maltratados o precarios, es que son flexibles, versátiles y se adaptan a su entorno, ahora son freelance o colaboradores, por eso no tienen un contrato laboral que les proteja, son libres, autónomos y con iniciativa para participar en tantos proyectos como apetezcan, las largas jornadas no son abuso sino síntoma de interés y compromiso, los derechos laborales son antiguos fueros pasados de moda que los jóvenes no necesitan, lo que quieren los millenials es una oficina chula y una atmósfera de buen rollo, cool, refrescante, aunque el salario sea una porquería que les obligue a estar en casa de sus padres hasta los 32 años. Y tiene que ser un ambiente moderno y juvenil: “en nuestra empresa la edad media de los empleados es de 27 años”, comunican orgullosas las organizaciones, como si la edad fuese una enfermedad, un hándicap o una vergüenza. En definitiva, es ese hechizante disfraz de innovación y modernidad lo que impide ver cómo es el mercado laboral: dificultades de los falsos autónomos para afrontar los gastos básicos de su actividad, falta de prestaciones en caso de baja, pobreza juvenil, salarios que no dan para cubrir los gastos, precariedad laboral, imposibilidad de ejercer los derechos laborales por temor a que dejen de contar contigo, dificultades para acceder a la vivienda, imposibilidad de independizarse si no es compartiéndolo todo, familiaridad con el fraude, resignación ante la falta de ética… Hay más palabros, como co-working, co-living, job-sharing, portfolio career, sé nómada, sé flexible…, términos y expresiones hipnóticos que ocultan las dificultades para obtener seguridad, continuidad, estabilidad, independencia, identidad profesional y trayectoria profesional ascendente. Bien, pues como era de esperar toda esta incertidumbre no tarda en convertirse en estrés y es justo aquí cuando magistralmente aparece la solución: resiliencia. Tienes que desarrollar tu resiliencia porque es lo que piden las empresas, es lo que te pide la vida, tienes que aprender a positivizar y aguantarlo todo porque de lo contrario eres un trabajador sin habilidades sociales.
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Mercado laboral: pocos beneficios y muchos eufemismos
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