En la evaluación del desempeño siempre pierde la persona y gana la empresa. Ambas son susceptibles de ser evaluadas, la empresa y la persona, pero las reglas del juego no son iguales. Cuando un cliente evalúa el servicio de una empresa o evalúa una aplicación desde su móvil, es la empresa quien está eligiendo el mejor momento para ella. Con la acumulación de datos personales que sin saber o sabiendo hemos cedido a webs y apps, ahora las organizaciones saben cuándo estás de buen humor. Si acabas de cobrar, si es tu cumpleaños o el de tus hijos, si ha ganado tu equipo, te han felicitado en rrss por algún logro, si acabas de ganar en un juego, si la conexión a través de Zoom ha transcurrido sin interrupciones o has comprado entradas para ir a un concierto esta noche (por ejemplo entre cientos de indicadores), son circunstancias que te ponen de buen humor y es más probable que tu evaluación del servicio sea positiva, por eso te preguntan exclusivamente en alguno de esos momentos. La manipulación es total. Cambiando de rol, si la evaluación no es del cliente sino del empleado hacia su empresa, qué sistema garantiza al empleado: 1) elegir el momento, 2) anonimato completo y 3) publicidad social de los resultados, para que las personas puedan opinar con sinceridad, sin miedo y con sensación de utilidad. Ahora veamos qué ocurre cuando quien evalúa es la empresa al empleado. No hace falta.
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La banca siempre gana
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