Es un proceso lento, pero ha ido ocurriendo. En 1995 lo que los empleados prefiriesen o incluso necesitasen no era una variable a considerar. Hoy día las empresas tienen el reto de adaptarse a lo que sus empleados demandan. Junto a la demanda salarial la necesidad de conciliación y flexibilidad laboral se está revelando quizás como la más vehemente. La flexibilidad siempre ha existido como demanda, pero en una única dirección: de la empresa hacia los empleados. Asumir los horarios y las jornadas prolongadas, cambios de turnos, introducción de nuevos sistemas de producción, polivalencia, viajes y traslados geográficos, movilidad funcional, cambios de procedimientos y adaptación tecnológica, entre otras, son las formas en las que se manifestaba y se manifiesta la necesidad que tienen las empresas de que sus empleados sean flexibles. Ahora ha llegado la hora de ver si las compañías son capaces también de ser flexibles cuando las personas que las mueven lo necesitan. La flexibilidad no se consigue dando con la fórmula mágica o con una solución universal, es una cuestión de actitud, de cultura y de un liderazgo más humano y competente. Con la tecnología adecuada una gran mayoría de los trabajos que tienen que ver con gestión de la información pueden hacerse desde cualquier lugar, desde cualquier hogar, sin renunciar a la calidad y a la productividad. No se trata ya de evitar la propagación del virus, el teletrabajo es una forma de actividad laboral más amable y respetuosa con la vida personal, con virus o sin virus.
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Flexibilidad laboral
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Muchas empresas presumen de implantación del teletrabajo y de medidas de flexibilidad laboral cuando en realidad lo que han hecho en realidad ha sido extender de manera ‘encubierta’ los horarios laborales de sus empleados para que estén disponibles las 24 horas del día. El teletrabajo mal gestionado puede convertirse en una nueva forma de esclavitud. Desde casa, sí, pero ¿sin horarios y siempre disponibles?
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