Everywhere they boil beans, en cristiano, en todas partes cuecen habas. La industria de los videojuegos goza de la simpatía del público. Los adolescentes los adoran. Los que no quieren ser youtubers turulatos es porque quieren trabajar en este sector. Lo que no saben es que se trata de un sector en el que se ha instalado una cultura de presión inhumana por los plazos y de resiliencia extrema forzada para cumplirlos.
El salario de los programadores y diseñadores se retribuye por tarea o entrega, no tanto por horas efectivas de trabajo, y además se realiza desde casa; esto ha destrozado el concepto de jornada laboral. No hay límite a la cantidad de horas, los desarrolladores realizan jornadas de 60 horas semanales, con las consecuencias de eso para la salud física y mental. La industria de los videojuegos es una de las más prósperas del mundo, pero no así las condiciones de sus empleados. Si alguno de ellos habla y denuncia, da igual que gane la reclamación, no le volverán a contratar en el sector.
Parece una trama siniestra: los empleados no se atreven a hablar y las empresas no quieren hacer comentarios. Ley del silencio en una industria que presume de nueva cultura laboral cool y valores sociales. La realidad es que la explotación laboral y la autoexplotación laboral inducida forman parte de la cultura empresarial de este sector. Alguien debería explicárselo a los adolescentes.