Pese a los avances, la conciliación entre la vida personal y la familiar sigue siendo una quimera en España. Somos uno de los países que más horas trabaja y menos riqueza genera de Europa. Hace años en un roadtrip por Alemania, atravesando pueblos y ciudades pequeñas, nos llamó la atención lo extremadamente pulcros que estaban todos los jardines de las casas, en el medio rural alemán hay mayoría de vivienda unifamiliar. Pensábamos que la jardinería sería un negocio que facturaba lo suyo en Alemania. Pero luego reflexionando sobre el tema dimos con la explicación: aquellas eran casas cuyos dueños terminan de trabajar a las cuatro o las cinco. Mientras tanto en España teníamos a un presidente de la CEOE que decía que si queremos salir de la crisis solo hay una manera: trabajar más y cobrar menos, y añadía que la democracia empezó con una jornada de 48 horas semanales, que ahora estábamos ya en 40 y que eso no podía seguir así. Tiempo después esta persona fue condenada a 5 años de cárcel por un gravísimo caso de fraude empresarial. Esto forma ya parte de una cultura. Igual que el presentismo, los horarios de trabajo infumables, la imposibilidad de casarlos con los del colegio, las leyes que no se cumplen, una publicidad que nos anima a ir de compras hasta los domingos y unos mandos que presumen de estar siempre disponibles y conectados porque piensan que es parte de su obligación como líderes. Las empresas se ven afectadas por un problema cada vez más serio: el 23,6% de rotación voluntaria, el abandono de los empleados y su falta de compromiso. Porque no les escuchan.
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¿Encadenados al trabajo? No, encadenados a las malas costumbres
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