Nada como una crisis económica para ver la verdad de las cosas cuando ya no hay beneficio en mentirse. Con el turismo mundial amenazado de muerte y 100 millones de empleos en peligro de extinción en todo el globo, se alzan las voces que hablan de terminar con esa otra pandemia que es el turismo de masas, de acotar las actividades potencialmente contaminantes, de terminar con la sobre explotación de los lugares y sus recursos, de combatir el ruido, la suciedad, las colas, los empujones y el mal gusto. Ha llegado la hora de la sostenibilidad. Bienvenida la sostenibilidad, ¿Dónde estaba antes? Ignorada porque entraba la pasta a raudales en el sector. ¿Ya no entra la pasta a raudales? Pues aprovechamos para hacer algunas de las cosas que siempre supimos que debíamos hacer. Antes existía la libertad de viajar. Ahora se matiza y se dice que la libertad de viajar no es libertad para ensuciar. Antes los cupos y las limitaciones que intentaban imponer las administraciones para proteger el medioambiente eran protestadas por las patronales. Ahora estas piden intervencionismo y regulación para encontrar un equilibrio. Ahora que el anterior modelo económico turístico está en declive y no hay ideas nuevas se aprovecha para reflexionar y aceptar enmiendas. Más vale tarde que nunca. Pero España tiene un reto difícil con este objetivo porque de entre todos los destinos es uno de los que tiene mejor combinación de buen tiempo todo el año, oferta variada y seguridad, pero sobre todo tiene buen precio. Es una gallina de huevos de oro que tememos que volverán a poner al 140% nada más se le pierda el miedo al virus. Las copas volverán a brindar, la patronal turística volverá a dar cifras y lecciones empresariales, exigiendo protección a sus negocios porque son los que crean empleo, y colorín colorado la sostenibilidad se habrá terminado.
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El liderazgo turístico de España pasa por incorporar la sostenibilidad
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