La pandemia nos ha metido un acelerón digital suave. Aumenta cada día no solo la necesidad de personal con conocimientos tecnológicos, sino la de personal que sepa hacer el trabajo de antes de forma distinta, con herramientas digitales. Sin embargo dicen los agentes del mercado laboral que el empleado digital debe poseer conocimiento técnico y además las habilidades que le permitan vivir en constaste cambio: resiliencia (es decir tragaderas), empatía (léase paciencia infinita), flexibilidad (o falto de carácter y espíritu crítico), todo necesario para poder adaptarse. La capacidad de adaptarse al cambio es fundamental, biológica y socialmente. Es una de las claves de la mejora continua, de la evolución y la supervivencia. Pero adaptarse al “constante cambio” es otra cuestión. Si el cambio es tan constante no estamos hablando de evolución, progreso o avance real, un cambio que es tan constante no existe sino es debido a modas, caprichos, vaivenes de ensayo y error, intereses apresurados, planes y objetivos del mercado o las empresas. Si eso es lo que queremos de los jóvenes, pues vale. Dicen que: “las nuevas generaciones son conscientes de que tienen que reforzar su formación para afrontar la incertidumbre actual y la angustia que ésta genera…”, si las voces que predican fuesen honestas no dirían que buscan la capacidad de adaptación al cambio, dirían que lo que en el fondo se busca es que todos se acostumbren a transigir con que les lleven como cagallón por acequia.
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Digitales y en constante aprendizaje: así serán los perfiles profesionales más demandados en la nueva normalidad
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