Vistos desde aquí, los japoneses son poco convencionales en sus costumbres laborales. El carácter japonés es diferente. Esto ha dado ...Leer Más
Vistos desde aquí, los japoneses son poco convencionales en sus costumbres laborales. El carácter japonés es diferente. Esto ha dado lugar a la invención y atribución de costumbres que no tienen. La huelga japonesa por ejemplo es un mito. En España se dice que la huelga a la japonesa consiste en que los empleados trabajan más, a toda velocidad a propósito como medida de presión para producir en exceso y que el aumento de stock disponible haga caer los precios. El perjuicio para el empresario sería que no podría vender todo el producto, se vería obligado a asumir mayores costes de producción y almacenamiento y a vender prácticamente lo mismo que antes pero a un precio más bajo.
Ciencia ficción. Como les hemos visto hacerse el haraquiri en películas pensamos los que japoneses también son capaces de matarse trabajando. Pensamos que características como su espíritu colectivo, su sentido del honor y su mayor fidelidad a la empresa les llevan a adoptar esta modalidad de protesta en lugar del paro total. Los habitantes de un país remoto y exótico no tienen porque tener ideas estúpidas. No.
Lo que se hace en Japón con más frecuencia que aquí son las huelgas de celo. Es decir, los trabajadores se organizan para hacer un cumplimiento muy estricto de la normativa laboral, de prevención de riesgos y una aplicación a rajatabla del convenio. La norma llevada al extremo es un corsé, con ello consiguen ralentizar toda operación, provocar una caída de la productividad y al final prácticamente paralizar la actividad de la empresa. En otros países lo llaman “trabajo a reglamento” o “operación tortuga”. Por cierto que librarse del peligro de estas huelgas es una de las ventajas de la deslocalización productiva de las grandes marcas a territorios económica y socialmente más atrasados, donde la escasa regulación protectora de los derechos de empleados y consumidores hacen imposible una huelga de celo, ya que no hay norma que cumplir.
Pero la ocurrencia de que el japonés cuando hace huelga la hace al revés, trabaja el doble, no es del todo gratuita. Cosas como su adhesión, su sentimiento de fidelidad a la empresa, la subyugación a un significado mayor y colectivo, el honor como patrimonio que tienen hasta los pobres, y que entre otras cosas consiste en no defraudar a quien espera algo de ti, nos han llevado a pensar que el japonés cuando quiere protestar necesita hacerlo sin correr el riesgo de que le llamen vago. La dedicación oriental debe ser efectivamente muy alta a tenor de las historias y las imágenes que nos llegan de oficinas preparadas para dormir, mesas con camas plegables incorporadas, y la curiosa, y esta sí real, técnica del Inemuri.
En España nos tomamos seis cafés al día para mantenernos despiertos y dinámicos en un duro día de trabajo. Los japoneses practican el Inemuri para ser más productivos: cuando están cansados echan una cabezada allí mismo donde les pilla. No se fomenta, pero no está mal visto, es señal de que eres un buen empleado, se considera un síntoma positivo porque teóricamente indica que si te has dormido es porque acumulas cansancio laboral, lo que es un orgullo, o que la noche anterior estuviste hasta tarde trabajando. No es poco honorable ni algo por lo que avergonzarse. Es todo un detalle por parte de los jefes consentir descargar una cabezadita a unos empleados que viven en la oficina y que deben flipar con nuestra preocupación por la flexibilidad y la conciliación. Anteponer o poner al mismo nivel los intereses personales a los de la empresa, una demostración de individualismo que les parecerá irresponsabilidad y el egoísmo.
Hay quien recomienda que para reducir el estrés y mejorar tu experiencia laboral, además de dormir bien, debes rodearte de plantas. La hipótesis sería que nuestra vida animal mejora en contacto con la vegetal. Debe tener algo de verdad la cosa porque la recomendación no viene en ningún manual de autoayuda ni de ninguna celebridad de LinkedIn, sino de la bióloga Mª Paz Martín, vicedirectora de jardinería y arbolado del Real Jardín Botánico de Madrid, perteneciente al CSIC. Esta afirmación no parte de la intuición ni tiene una explicación poética sino que tiene base científica. Tan sencillo como que la presencia vegetal produce actividad en las zonas del cerebro asociadas a emociones positivas. Las áreas geográficas con más zonas verdes tienen una menor mortalidad y una mayor actividad deportiva, un aire menos contaminado y una población con niveles más bajos de depresión y ansiedad. Dudamos de que el mismo efecto pueda lograrse con llevarse una o dos plantas a la oficina, si solo eso es capaz de producir el mismo efecto que pasear con frecuencia por un bosque. Los beneficios biológicos de vivir rodeados de masa vegetal son indiscutibles por estar muy documentados: disminución del cortisol, de la frecuencia cardíaca y la tensión arterial, menor irritabilidad y mayor activación del sistema inmunitario. Tal vez no consigamos estos beneficios llenando los centros de trabajo de plantas, pero sí es cierto que los encuestados al respecto declaran que la presencia de plantas les hacen sentirse más felices.
En este punto Japón nos sacan delantera. Son bien conocidas las técnicas japonesas de jardinería, sus cuidados jardines son el resultado de una filosofía consistente en pensar que cuidando la vida del sistema se prolonga la vida propia, un pensamiento noble y hermoso que no siempre se cumple en el ámbito laboral.
Leer menos